Escrito por el mismo hipocondríaco de siempre.
¡Cuñada, realmente me preocupa el hipocondríaco de mi hermano! Se anda pinchando, tomando esos Wantachuchais que a la larga le van a sentar muy mal!. Y lo peor que ese Shaman que visita lo único que le hace es abanderillarle y el pobrecito, es tan, pero tan ingenuo, que cree que esas agujas le ponen bien!. Así mismo es, respondía la Bruja de la casa. “El ingenuo de tu hermano cree que asumir la posición de alfiletero es bueno para su salud!. ¡Ya te imaginas, como estoy de preocupada! Creo qué cada día que pasa se está rayando su cocola y dentro de muy poco tiempo, si no le internamos en el San Lázaro de Quito, vamos a tener que palanquearnos para que le acepten en el Lorenzo Ponce de Guayaquil.
Esta era el tono de las conversaciones referentes a mis procedimientos de sanación. De vez en cuando mi cuñado las escuchaba y en su característico y peculiar tono las decía: ¡No se preocupen!, ya le pasará cuando los efectos de su andropausia dejen de afectarle. ¡Pero cuando Galo!, replicaba la Bruja, “está convencido que el Shaman que visita es médico y además, no se imagina, cómo le defiende”. A instantes seguidos y seguramente para salvarme de los ataques virulentos que recibía, mi hermana argumentaba ¡Bueno cuñada, mi querida nuera Anita también vive convencida de lo mismo, considera que la acupuntura es una buena opción para mejorar sus condiciones de salud! ¡Yo en cambio, solamente creo en la medicina convencional!. “Cuando tengo problemas estomacales, consulto con un gastroenterólogo, cuando algo sucede con mis ojos, voy a la consulta de oftalmólogo, cuando presumo problemas mayores, voy en busca de un cardiólogo y así…pero en cambio mi hermano, al que consideraba que tenía una preparación profesional adecuada, con el cuentito de su mochila de piedras y de sus tristes y putas dolencias, cree que todo se va a resolver con acupuntura y tomando esas bolitas dizque chinas”.
Es que realmente el par de veteranas estaban súper convencidas de que quien escribe este relato era un tontín cualquiera que vivía fuera del contexto de los avances alucinantes del siglo que nos toco vivir.
Pero uno de esos días, la Bruja amanece con una pequeña molestia en su brazo derecho. ¡Ya se me pasará! ¡Ya se me pasará!, argumentaba cada vez que le insistía para que atienda de una manera adecuada su dolor! Se descuidó convencida que de pronto sus malestares dejarían de perturbarla. Hasta que de pronto, una noche de luna llena, sus umbrales de dolor ya no le dejaron dormir. “Realmente me duele mi brazo y se esta amortiguando mi mano.” ¡Mañana mismo visitaré a un médico!.
Efectivamente, lo primero que hizo en la mañana siguiente, fue consultar con una pariente doctorita, quien inmediatamente presumió que si la madre de su paciente sufría de artritis, había grandes posibilidades de que hereditariamente mi Bruja también sea artricitroza “Hazte un examen de laboratorio para comprobar mi pre diagnóstico y con eso salimos de dudas”. Ese fue la recomendación de su galena de confianza. “Pero Greicitoooo, no seas tan ingenua repliqué un poco enojado. Yo sin tener estudios de medicina sé que la artritis no es hereditaria! Consulta realmente con un buen médico!
Como sus dolores del brazo seguían perturbándola, decidió esta vez, visitar a un “médico especialista de dolores de brazos derechos” Naturalmente, el diagnóstico de este ilustre especialista no se hizo esperar. “mi estimada señora, usted sufre de distrofia muscular de primer grado con complicaciones fibro cartilaginosas que le están afectando el nervio pluviano que no la dejan dormir” Increíble diagnóstico, ¿Verdad? Pero anticipándome a este tipo de presunciones, le había anticipado a la Bruja, que si la receta de este ilustre galeno especializado en brazos derechos iba a ser Arcoxia, realmente me iba a molestar. Efectivamente no me equivoque, la gran solución fue recetarle este medicamento en razón de que el mercado había hecho desaparecer al Bioxx. Ante estas circunstancias, no me toco otra alternativa que fajarme los pantalones y prácticamente obligarla a que visite a mi Doctor, perdón a mi Shaman como cariñosamente lo llamaban en mi querida familia. ¡Y claro, a regañadientes no le quedo otra alternativa, que visitarlo!
Una vez que la Bruja llego a la consulta, se realizó un ameno diálogo: Mire Dr. vengo a visitarlo, solamente porque mi marido me obligó. "Yo lo que quería, es consultar con un verdadero médico, especialista en dolores del brazo derecho". Yo realmente no tengo confianza en este tipo de medicina, pero cómo para mi marido, usted es su ídolo, no me tocó otra alternativa y aquí me tiene. Pero eso sí, a mí no me viene con pinchazos! ¡Solamente la capacidad inteligencia, el profesionalismo y la amistad que habíamos establecido con mi gran amigo, el médico acupunturista permitió que la Bruja no salga al tiro de su consulta! “No se preocupe, solamente permítame mirar su lengua y analizar sus palpitaciones para definir la causa de su malestar”.
Una vez concluido el diagnóstico y el tratamiento preliminar, y cuando nos dirigíamos a casa, vinieron por supuesto las recriminaciones de rigor de la Bruja, que manifestaba: ¡Imagínate Roberto, venirme a decir que mi dolor de brazo, se debe a un desbalance hormonal! ¡A quien se le ocurre semejante barbaridad! ¡Que tiene que ver lo uno con lo otro!, replicaba muy molesta con la prescripción realizado por el Shaman ! Me considera muy ingenua, para creerle que con éstas bolas que me ha recetado me voy a poner bien. Además, ¡me pincho sin mi consentimiento! ¡Nunca más me obligues a visitarlo nuevamente, ya que no te voy a perdonar! ¡Pero Greicitoooo, toma la medicina y si en pocos días, no estás bien, visitaremos esta vez a otro especialista de brazos derechos para que te sientas bien!.
¡Carajo, lo que uno tiene que hacer y decir a su Bruja, para que remedie eficaz y prontamente sus dolencias! Convencerla no fue fácil y estoy seguro que no seguía adelante, sino hubiera sido por los resultados positivos que experimentó a las pocas horas de haber aceptado iniciar su tratamiento de wachanchuchais!
“Estoy durmiendo sin tanta molestia de mi brazo. Creo que la medicina de tu Shaman, como que me esta haciendo bien” argumentaba la Bruja con mejor ánimo ¡Mira como mismo se llaman esas bolas de plastilina negra que no las puedo tragar! Greicitooo, la caja tiene escritura en mandarín y como no quiero hacerte la china, no sé como mismo se llaman. Pero de pronto leí Niuhuangqingweiwan y al repetir este nombre, como que se convenció, que si sus bolas tenían un nombre tan complicado, de hecho eran buenas. Sin alargarles el cuento, a los pocos días realizaba una nueva remesa y como era de esperarse, había entrado en el nuevo léxico médico, ya que ahora se la escuchaba hablar de sus oligoelementos, de su tratamiento de acupuntura y de los nuevos conceptos médicos que le estaban haciéndola sentir renovada.
Pero el cuento no termina con la reconversión de la Bruja. De pronto logra convencer a su cuñadita del alma para que viaje de Guayaquil a Quito y se atienda ahora si con su médico acupunturista que había logrado su proceso de sanación. “Mira cuñada, realmente me siento súper bien con el tratamiento que estoy recibiendo. Deberías venir para que te examine y de pronto encuentres una cura a tus molestias de la cintura que te han venido martirizando por mucho tiempo” “Hay cuñada, he visitado a más de mis médicos conocidos, a un quiropráctico, a un especialista de columna, a un reumatólogo, a un proctólogo. Ninguno de ellos logró mejorar mis dolores de cintura que tengo por más de ocho meses” “No pierdes nada con visitarlo” replicó la reconvertida de la Bruja.
Sus argumentos seguramente fueron convincentes, ya que mi hermana, ni corta ni perezosa y a la primera oportunidad que tuvo, estaba en Quito. “Estas segura que no duelen los pinchazos” ¡Claro que no!, argumentaba la Bruja. ¡Tienes que ir a visitarlo sin temor! Esa misma tarde, visitaron a su amigo, el médico acupunturista, días atrás conocido como el Shaman del hipocondríaco. Una vez en la consulta y luego de las consabidas explicaciones de cómo se sentía y que es lo que le dolía, se inicio el proceso de diagnóstico correspondiente. Saque la lengua. ¡ Uhhh, ¡usted es chispirita, explota a la primera! Así es Dr. ¡Usted esta muy estresada!. Así es Dr. Usted…Así es Dr. Usted….Así es Dr. Déjeme sentir su pulso. Uhhh Usted esta muy consentida. Así es Dr. A los pocos segundos yacía en la camilla con una serie de agujas incrustadas desde los dedos del pie, hasta la punta de su cabeza. Este proceso se realizó sin que de por medio exista un gemido de dolor y bajo el total consentimiento de una mujer que días previos había jurado que jamás se sometería a este tipo de martirio chino. No lo podía creer, estaba banderilleada y no protestó hasta que llegó “su consentidor” ¿Hijita, estás bien?¿Te sientes bien? Seguramente la “consentida” haciendo gala de su fortaleza y para no preocuparle al pana de mi cuñado, no se quejo, si siquiera cuando fue sometida a una radiografía china que le amoreteo toda su espalda. ¡Nada que ver! Estaba feliz y dichosa de haber salido triunfante de una prueba de fuego, que solo de pensar que tenía que pasarla, la noche anterior no le había dejado dormir. Naturalmente, termino su consulta médica con una receta de Xiao Huo Luo Wan y Niuhuangqingxinwan, anteriormente conocidas como ¡Watanchuchais.! Como resultado de este tratamiento, la incrédula de mi hermanita se sintió bien, pero tan bien, que reinició sus prácticas de Karate, Kun Fu, King Boxing y no se que otras disciplinas maneja la campeona para alejar a los malos espíritus.
Mientras tanto, la Bruja seguía feliz con los resultados positivos y evidentes de su tratamiento.
Seguramente por la recuperación de la salud que había experimentado, recomendaba a todas sus amigas que entren en la onda de la acupuntura china y ahora sí, ya no le decía Shaman a su médico amigo. Entonces, ya no solamente el hipocondríaco lo visitaba. Lupe y algunas amigas estaban sometidas al proceso de tortura china. Mis hijos y mi otra hermana, la menor del clan Carrión, mis vecinos y la mayoría de sus hijos y nietos, se habían convertido y eran adictos a los pinchazos y a los Watanchuchais. Pero ustedes no van a creer. Galo mi cuñado, escúchenme bien, Galo, el otro hipocondríaco de la familia, con los resultados a la vista que experimento su consentida, también entró en el proceso de sanación china. Ahora me llama desde Guayaquil, para recordarme que tengo que pedir las citas a mi médico amigo. La última vez que lo vi, puedo acreditar que sin chistar y sin pestañarse, yacía agujereado de los pies hasta la punta de su cabeza. Por ahora esta convencido de que sus píldoras de Guipi Wan y de Hawthorn son buenas para su salud. Al menos así lo atestiguó, mi hermana cuando asegura que con esta medicina, su consentido ¡hasta dejo de roncar!
Ustedes no me critiquen por haber revelado una de las intimidades más perturbadoras de mi querida familia.
Esta era el tono de las conversaciones referentes a mis procedimientos de sanación. De vez en cuando mi cuñado las escuchaba y en su característico y peculiar tono las decía: ¡No se preocupen!, ya le pasará cuando los efectos de su andropausia dejen de afectarle. ¡Pero cuando Galo!, replicaba la Bruja, “está convencido que el Shaman que visita es médico y además, no se imagina, cómo le defiende”. A instantes seguidos y seguramente para salvarme de los ataques virulentos que recibía, mi hermana argumentaba ¡Bueno cuñada, mi querida nuera Anita también vive convencida de lo mismo, considera que la acupuntura es una buena opción para mejorar sus condiciones de salud! ¡Yo en cambio, solamente creo en la medicina convencional!. “Cuando tengo problemas estomacales, consulto con un gastroenterólogo, cuando algo sucede con mis ojos, voy a la consulta de oftalmólogo, cuando presumo problemas mayores, voy en busca de un cardiólogo y así…pero en cambio mi hermano, al que consideraba que tenía una preparación profesional adecuada, con el cuentito de su mochila de piedras y de sus tristes y putas dolencias, cree que todo se va a resolver con acupuntura y tomando esas bolitas dizque chinas”.
Es que realmente el par de veteranas estaban súper convencidas de que quien escribe este relato era un tontín cualquiera que vivía fuera del contexto de los avances alucinantes del siglo que nos toco vivir.
Pero uno de esos días, la Bruja amanece con una pequeña molestia en su brazo derecho. ¡Ya se me pasará! ¡Ya se me pasará!, argumentaba cada vez que le insistía para que atienda de una manera adecuada su dolor! Se descuidó convencida que de pronto sus malestares dejarían de perturbarla. Hasta que de pronto, una noche de luna llena, sus umbrales de dolor ya no le dejaron dormir. “Realmente me duele mi brazo y se esta amortiguando mi mano.” ¡Mañana mismo visitaré a un médico!.
Efectivamente, lo primero que hizo en la mañana siguiente, fue consultar con una pariente doctorita, quien inmediatamente presumió que si la madre de su paciente sufría de artritis, había grandes posibilidades de que hereditariamente mi Bruja también sea artricitroza “Hazte un examen de laboratorio para comprobar mi pre diagnóstico y con eso salimos de dudas”. Ese fue la recomendación de su galena de confianza. “Pero Greicitoooo, no seas tan ingenua repliqué un poco enojado. Yo sin tener estudios de medicina sé que la artritis no es hereditaria! Consulta realmente con un buen médico!
Como sus dolores del brazo seguían perturbándola, decidió esta vez, visitar a un “médico especialista de dolores de brazos derechos” Naturalmente, el diagnóstico de este ilustre especialista no se hizo esperar. “mi estimada señora, usted sufre de distrofia muscular de primer grado con complicaciones fibro cartilaginosas que le están afectando el nervio pluviano que no la dejan dormir” Increíble diagnóstico, ¿Verdad? Pero anticipándome a este tipo de presunciones, le había anticipado a la Bruja, que si la receta de este ilustre galeno especializado en brazos derechos iba a ser Arcoxia, realmente me iba a molestar. Efectivamente no me equivoque, la gran solución fue recetarle este medicamento en razón de que el mercado había hecho desaparecer al Bioxx. Ante estas circunstancias, no me toco otra alternativa que fajarme los pantalones y prácticamente obligarla a que visite a mi Doctor, perdón a mi Shaman como cariñosamente lo llamaban en mi querida familia. ¡Y claro, a regañadientes no le quedo otra alternativa, que visitarlo!
Una vez que la Bruja llego a la consulta, se realizó un ameno diálogo: Mire Dr. vengo a visitarlo, solamente porque mi marido me obligó. "Yo lo que quería, es consultar con un verdadero médico, especialista en dolores del brazo derecho". Yo realmente no tengo confianza en este tipo de medicina, pero cómo para mi marido, usted es su ídolo, no me tocó otra alternativa y aquí me tiene. Pero eso sí, a mí no me viene con pinchazos! ¡Solamente la capacidad inteligencia, el profesionalismo y la amistad que habíamos establecido con mi gran amigo, el médico acupunturista permitió que la Bruja no salga al tiro de su consulta! “No se preocupe, solamente permítame mirar su lengua y analizar sus palpitaciones para definir la causa de su malestar”.
Una vez concluido el diagnóstico y el tratamiento preliminar, y cuando nos dirigíamos a casa, vinieron por supuesto las recriminaciones de rigor de la Bruja, que manifestaba: ¡Imagínate Roberto, venirme a decir que mi dolor de brazo, se debe a un desbalance hormonal! ¡A quien se le ocurre semejante barbaridad! ¡Que tiene que ver lo uno con lo otro!, replicaba muy molesta con la prescripción realizado por el Shaman ! Me considera muy ingenua, para creerle que con éstas bolas que me ha recetado me voy a poner bien. Además, ¡me pincho sin mi consentimiento! ¡Nunca más me obligues a visitarlo nuevamente, ya que no te voy a perdonar! ¡Pero Greicitoooo, toma la medicina y si en pocos días, no estás bien, visitaremos esta vez a otro especialista de brazos derechos para que te sientas bien!.
¡Carajo, lo que uno tiene que hacer y decir a su Bruja, para que remedie eficaz y prontamente sus dolencias! Convencerla no fue fácil y estoy seguro que no seguía adelante, sino hubiera sido por los resultados positivos que experimentó a las pocas horas de haber aceptado iniciar su tratamiento de wachanchuchais!
“Estoy durmiendo sin tanta molestia de mi brazo. Creo que la medicina de tu Shaman, como que me esta haciendo bien” argumentaba la Bruja con mejor ánimo ¡Mira como mismo se llaman esas bolas de plastilina negra que no las puedo tragar! Greicitooo, la caja tiene escritura en mandarín y como no quiero hacerte la china, no sé como mismo se llaman. Pero de pronto leí Niuhuangqingweiwan y al repetir este nombre, como que se convenció, que si sus bolas tenían un nombre tan complicado, de hecho eran buenas. Sin alargarles el cuento, a los pocos días realizaba una nueva remesa y como era de esperarse, había entrado en el nuevo léxico médico, ya que ahora se la escuchaba hablar de sus oligoelementos, de su tratamiento de acupuntura y de los nuevos conceptos médicos que le estaban haciéndola sentir renovada.
Pero el cuento no termina con la reconversión de la Bruja. De pronto logra convencer a su cuñadita del alma para que viaje de Guayaquil a Quito y se atienda ahora si con su médico acupunturista que había logrado su proceso de sanación. “Mira cuñada, realmente me siento súper bien con el tratamiento que estoy recibiendo. Deberías venir para que te examine y de pronto encuentres una cura a tus molestias de la cintura que te han venido martirizando por mucho tiempo” “Hay cuñada, he visitado a más de mis médicos conocidos, a un quiropráctico, a un especialista de columna, a un reumatólogo, a un proctólogo. Ninguno de ellos logró mejorar mis dolores de cintura que tengo por más de ocho meses” “No pierdes nada con visitarlo” replicó la reconvertida de la Bruja.
Sus argumentos seguramente fueron convincentes, ya que mi hermana, ni corta ni perezosa y a la primera oportunidad que tuvo, estaba en Quito. “Estas segura que no duelen los pinchazos” ¡Claro que no!, argumentaba la Bruja. ¡Tienes que ir a visitarlo sin temor! Esa misma tarde, visitaron a su amigo, el médico acupunturista, días atrás conocido como el Shaman del hipocondríaco. Una vez en la consulta y luego de las consabidas explicaciones de cómo se sentía y que es lo que le dolía, se inicio el proceso de diagnóstico correspondiente. Saque la lengua. ¡ Uhhh, ¡usted es chispirita, explota a la primera! Así es Dr. ¡Usted esta muy estresada!. Así es Dr. Usted…Así es Dr. Usted….Así es Dr. Déjeme sentir su pulso. Uhhh Usted esta muy consentida. Así es Dr. A los pocos segundos yacía en la camilla con una serie de agujas incrustadas desde los dedos del pie, hasta la punta de su cabeza. Este proceso se realizó sin que de por medio exista un gemido de dolor y bajo el total consentimiento de una mujer que días previos había jurado que jamás se sometería a este tipo de martirio chino. No lo podía creer, estaba banderilleada y no protestó hasta que llegó “su consentidor” ¿Hijita, estás bien?¿Te sientes bien? Seguramente la “consentida” haciendo gala de su fortaleza y para no preocuparle al pana de mi cuñado, no se quejo, si siquiera cuando fue sometida a una radiografía china que le amoreteo toda su espalda. ¡Nada que ver! Estaba feliz y dichosa de haber salido triunfante de una prueba de fuego, que solo de pensar que tenía que pasarla, la noche anterior no le había dejado dormir. Naturalmente, termino su consulta médica con una receta de Xiao Huo Luo Wan y Niuhuangqingxinwan, anteriormente conocidas como ¡Watanchuchais.! Como resultado de este tratamiento, la incrédula de mi hermanita se sintió bien, pero tan bien, que reinició sus prácticas de Karate, Kun Fu, King Boxing y no se que otras disciplinas maneja la campeona para alejar a los malos espíritus.
Mientras tanto, la Bruja seguía feliz con los resultados positivos y evidentes de su tratamiento.
Seguramente por la recuperación de la salud que había experimentado, recomendaba a todas sus amigas que entren en la onda de la acupuntura china y ahora sí, ya no le decía Shaman a su médico amigo. Entonces, ya no solamente el hipocondríaco lo visitaba. Lupe y algunas amigas estaban sometidas al proceso de tortura china. Mis hijos y mi otra hermana, la menor del clan Carrión, mis vecinos y la mayoría de sus hijos y nietos, se habían convertido y eran adictos a los pinchazos y a los Watanchuchais. Pero ustedes no van a creer. Galo mi cuñado, escúchenme bien, Galo, el otro hipocondríaco de la familia, con los resultados a la vista que experimento su consentida, también entró en el proceso de sanación china. Ahora me llama desde Guayaquil, para recordarme que tengo que pedir las citas a mi médico amigo. La última vez que lo vi, puedo acreditar que sin chistar y sin pestañarse, yacía agujereado de los pies hasta la punta de su cabeza. Por ahora esta convencido de que sus píldoras de Guipi Wan y de Hawthorn son buenas para su salud. Al menos así lo atestiguó, mi hermana cuando asegura que con esta medicina, su consentido ¡hasta dejo de roncar!
Ustedes no me critiquen por haber revelado una de las intimidades más perturbadoras de mi querida familia.