domingo, 24 de febrero de 2008

¿Una ayudita del más allá?


Quienes a través de mis relatos anteriores han analizado mi visión de vida, se habrán dado cuenta de mi credibilidad ante esos acontecimientos que en el mundo se dan sin explicaciones lógicas. No pretendo convencerlos de que efectivamente éstos acaecen de vez en cuando, ni es mi intención conducirles a que realicen interpretaciones o conclusiones similares a las mías. Lo cierto es que, quiero contarles, -so pena de que me sigan catalogando como un curuchupa de izquierda o me adjudiquen otros epítetos similares a los que ya me han dado,- un episodio de mi vida que ocurrió en noviembre del 2.003 cuando efectivamente recibí una ayudita del más allá. Desde esa fecha, han pasado algunos años y pese a la insistencia de la Bruja para que escriba el caso que les voy a referir, no lo había realizado anteriormente, quizás por vagancia o tal vez considerando de antemano que nadie me iba a creer lo que me sucedió en Panamá, con ocasión de la realización de un Seminario Internacional programado por el Ministerio de Vivienda de ese país.

Mi odisea motivo de este relato, se inicia al momento que recibí la invitación de mi amigo panameño Roger Arauz, en esa época Coordinador del Programa del BID/ MIVI para que asista a un taller de discusión que se había organizado para analizar las propuestas de varias consultorías, incluida la mía, que había realizado para afinar la política de subsidios habitacionales que se pretendía introducir en ese país. Por supuesto que me sentí halagado por la deferencia dada a mi persona y como era lógico presumir, pensé inicialmente que se trataba de una pequeña reunión con la participación exclusiva de funcionarios de ese Ministerio.

Con este entendimiento, me embarque súper relajado en un avión de Copa, sin imaginarme que al llegar al aeropuerto de Panamá, mi tranquilidad inicial iba a tomar un giro inesperado con el pasar de las horas y terminaría …bueno, eso les cuento al final de esta pequeña historia. Efectivamente, al llegar al terminal de Tocumen y tan pronto bajaba para iniciar mis chequeos migratorios, grande fue mi sorpresa, cuando me tope con una gran pancarta que daba la bienvenida a los expositores que iban a participar en el Seminario Internacional al cual había sido invitado. Ni remotamente me imagine que el pequeño encuentro al que asistía, era “el” evento internacional del año y estaba programado con la participación de consultores muy conocidos a nivel mundial en el ámbito de mi actividad profesional y que dentro de este grupo me habían considerado como uno de los expositores. Desconocía además, que los invitados clave eran varios ministros de vivienda a nivel Latinoamericano y del Caribe y que la clausura la realizaría nada menos ni nada más, que la Presidenta de la República de Panamá la señora Mireya Moscoso.

Al llegar al hotel tuve oportunidad de leer varios de los periódicos locales que promocionaban y daban a conocer detalles técnicos y logísticos del Seminario. Mi exposición había sido proyectada para el último día y al final de la tarde, es decir, previo su cierre y clausura. Me quede meditando, ¡exponer un tema que no lo había preparado con la antelación necesaria para presentarme en una batalla de esta naturaleza, un viernes, al final de la presentación de todos estos genios y cuando todo el mundo esta cansado y con sueño después del almuerzo!, que flaco favor me hizo mi “amigo” Roger. ¿Como carajo voy a salir de este lío? pensé en esos momentos. ¿Qué voy a decirles….? ¡Ahora sí que estoy metido en un gran problema y de éste no me salva ni Mandrake el Mago¡

Jueves a primera hora en el desayuno y luego de un saludo protocolario con todos los invitados, se inicia mi vía crucis. Al finalizar la mañana y a la hora del almuerzo, todo el mundo comentaba favorablemente sobre las sobresalientes exposiciones que se habían dado. Al final de la tarde, los mismos comentarios, destacando las bondades y aciertos de los expositores ¡Que buen día tuvimos! ¡La experiencia de estos tipos es increíble!, comentaba uno de los ministros invitados. Mientras tanto y ante estas claras y evidentes manifestaciones de satisfacción a todo lo que se había dado hasta el momento, mi adrenalina emanaba progresivamente con mayor intensidad. No solamente estaba un poco nervioso, sino que me sentía súper tensionado.

Esa noche en la habitación del hotel, intenté prepararme y poner algo de orden a mis ideas. Mis nervios me traicionaban y no me permitían concentrarme para diseñar en el escasísimo tiempo que contaba, la estrategia más adecuada para plantear mis puntos de vista respecto a los objetivos proyectados para mi speeck . Entre mis pensamientos de esa noche, lamentaba no solamente la falta de especificación respecto al tipo de evento que se había programado y al hecho de que ningún expositor realizó una floja presentación. ¡Que mala pata tengo, Roger no fue claro en su invitación y tampoco ninguno de los expositores lo hizo mal!, ojalá que alguno de los que se presenten mañana, no sean tan buenos como los del día de hoy. Con estos malos pensamientos intenté dormir y lo logré, luego de algunas horas de tensión y meditación.

Viernes por la mañana, el mismo cuento. Magníficas exposiciones y los idénticos comentarios. Ustedes no se pueden imaginar como me sentía en la hora del almuerzo, ante la proximidad del lance que tenía que darse en términos inmediatos, es decir, a pocos minutos de entrar al paredón para ser fusilado. Todavía recuerdo esos momentos de nerviosismo, más aún cuando, por ser la última charla, algunos amigos coreaban en el comedor, Carrión, Carrión, ¡cierra con broche de oro este seminario! Creo que hasta pensé salir a la carrera o justificar una enfermedad para no tener que realizar un papelón que empañe todo lo que se había realizado hasta el momento.

En esos instantes de tensión, de pronto se me iluminó la mente. Tenía una última opción y la alternativa más inteligente era solicitar una ayudita del más allá. ¡Señor, tu eres pana de la Bruja, dame una mano y no lo hagas por mi, Hazlo por ella, que confía en Ti todos los días y en cualquier circunstancia de su vida! ¡Ayúdame por favor, no me abandones en estos duros y difíciles momentos!

Eso fue todo. De pronto sentí una confianza increíble y entre al salón con el aplomo necesario para iniciar la mejor conferencia que he dado en mi vida,
créanme que han sido algunas y en distintos países de nuestro planeta. La capacidad y fluidez con la que hablaba en ese momento demostraban que era un experto que conocía ampliamente el tema solicitado. Actué con la solvencia necesaria y mis puntos de vista fueron planteados de tal manera, que sentía y observaba que los asistentes estaban satisfechos con mi presentación. Al finalizar hubo muchas preguntas, lo que demostraba que efectivamente no lo hice mal. Termine con un buen aplauso y muchos de los expositores que me presidieron, hicieron eco de mis propuestas y las apoyaron frontalmente.

Cuando el relator del Seminario, un afamado ex Ministro de Vivienda mexicano realizaba las conclusiones generales de todo lo que se había dicho en los dos días, se refirió en forma reiterativa a conceptos emitidos en mi exposición y tomó literalmente algunas frases y reflexiones que había realizado. En mi interior me preguntaba, ¿esas conclusiones las expresé hace unos momentos? Efectivamente, todos los fundamentos expuestos, los había planteado de una manera magistral y por tanto, mi conferencia fue muy bien comentada, inclusive por mi colega Pedro Lasa que se acerco a felicitarme por mis “estupendas proposiciones” pese a que no le gusto, que haya cometido la ligereza de haber calificado de regresiva a su Ley de Intereses Preferenciales que la propuso años atrás y que como ustedes bien lo conocen, está contribuyendo de una manera positiva al desarrollo económico y social de Panamá.

Para finalizar, tengo que contarles, que inclusive en un acto inusual, un duro y difícil ex funcionario del BID, ofreció financiar mis servicios profesionales al Ministro de Vivienda, situación que me demostraba también que este ilustre personaje estaba satisfecho con el performance de mi presentación. También al Ministro no le toco más, que felicitarme, pese a que había tocado su sensibilidad al desnudar algunas falencias de la política de subsidios vigente, sugiriendo, eso sí, en forma muy sutil la incorporación de algunos correctivos para su optimización. Como corolario, tengo que contarles que a raíz de este episodio de mi vida, el BID contrató mis servicios profesionales para que colabore en el diseño de la política habitacional de Panamá y República Dominicana.

Cuando regresé a casa le conté a la Bruja todo lo que me sucedió. Ella se emocionó, pero no se asombro por lo que le había narrado. ¡El Señor esta con nosotros y no me llama la atención que te haya dado una mano en esas circunstancias! Hasta aquí el relato de un hecho real y que efectivamente sucedió con un hombre que definitivamente no merecía esa ayudita del más allá.

Y, ustedes, ¿esta vez sí me creen?

lunes, 18 de febrero de 2008

Lo bueno, lo malo y lo feo! Una historia de la vida real.

Fue uno de esas jornadas de ingrata recordación o como decía mi padre, “de esos carajos días que se requieren borrar de la memoria para no tener recuerdos tenebrosos que perduran por toda una vida” Bueno, tuvimos que vivirlo para comprender y entender la triste y dolorosa situación de los miles de compatriotas que necesitan ser atendidos en el Hospital Carlos Andrade Marín.

¡Lo bueno!

Ante el estado de salud y por algún factor que fue detectado a mi suegra, su cardióloga consideró necesario que se realice un examen gastroenterológico. Su ayuda fue invalorable al conseguir que una especialista del Dispensario del IESS del Batán la examine. Esta señora de 83 años efectivamente fue atendida contando con algunos exámenes obtenidos previamente. La intervención realizada confirmaba y determinaba una enfermedad terminal, sin embargo, requería de un urgente proceso de rehabilitación a efectos de afrontar dignamente su último y definitivo viaje de retorno para juntarse con el Creador.

Obtuvimos para este efecto la respectiva solicitud de hospitalización, firmada por la especialista del IESS. Entendíamos y así lo supusimos, que este documento nos permitía lograr este objetivo en términos inmediatos. Ingenuamente y sin predecir lo que nos deparaba ese día, nos trasladamos al Andrade Marín aproximadamente a las 3 de la tarde, bajo el supuesto de que iba a ser atendida con la prontitud que el caso ameritaba. ¡Que candidez la nuestra!

Logramos traspasar la complicada barrera policial para posibilitar su ingreso por emergencias, que era la gran estrategia sugerida. Luego de un proceso de investigación de sus antecedentes y de otro examen médico verificatorio se logró el propósito: traspasar el umbral de la sala de emergencias previo su hospitalización. Nuevamente otro tipo de trámites, de preguntas, hasta que finalmente fue atendida con mucha suerte por una doctora, que seguramente al compadecerse de la mirada de dolor y de su calamitoso estado de salud, gestionó la presencia de un médico gastroenterólogo para que la examine. El resultado de esta intervención reconfirmó el diagnóstico inicial.

Este proceso nos permitió conocer a un doctor que comprendiendo los momentos de angustia y desesperación de la mujer que acompañaba a su moribunda madre, supo atenderla demostrando que su juramento Hipocrático guiaba su conducta profesional. “Mire mi estimada señora, lamento el estado salud de su madre, pero las opciones médicas que existen para estos casos, no serían las recomendables por la edad y el avance de su enfermedad. Salvo su decisión, creo que lo más recomendable es entrar en un proceso de rehabilitación y realizar adicionalmente otros exámenes para precisar algunos detalles que requerimos conocer para su futuro tratamiento. No es conveniente una operación, ni entrar en un proceso de quimioterapia. Adelantaríamos su partida.”

“Es muy complicado obtener un turno para merecer una atención médica”, le señalamos a Pablo, -el amigo gastroenterólogo que conocimos y al cual le relatamos todas las dificultades pasadas en esa tarde y noche. Seguramente conmovido por todo lo que nos toco vivir, nos manifestó: “No se preocupen, me apersonaré para que su señora madre pueda ser atendida con prontitud y sin tanto trámite burocrático”. Sus palabras ratificaron mi entendimiento y percepción previa: ¡para alcanzar los servicios urgentes en este Hospital, es necesario estar con suerte, con mucha suerte, tener una buena palanca y sobre todo, contar con la misericordia del Señor!

¡Pero por Dios!, ¿era justo que mi suegra pase por ese calvario en las condiciones que se encontraba?, me pregunté una y mil veces. Ella había realizado grandes esfuerzos económicos durante gran parte de su vida para aportar al IESS, pensando seguramente que quizás de pronto iba a necesitar de sus servicios hospitalarios, que en ese día de ingrata recordación, casi le niega esta Institución.

¡Lo malo!

Todos los hechos narrados se iniciaron cuando logramos en una primera instancia traspasar la barrera de ingreso custodiada por un celador con cara, uniforme y trato de chapa que nos dijo “entren, dejen a la paciente y salgan en términos inmediatos” ¡Así lo hicimos!, salvo que no pudimos salir prontamente por los hechos y circunstancias relatados. No sabíamos además, que nos íbamos a enfrentar a una señora de la ventanilla de Emergencias, que con su dulce carácter de perro bulldog, nos manifestó: “previo el ingreso de la señora, necesito su cédula, el carne de afiliación y de jubilación”. Por supuesto que no contábamos con todos los documentos solicitados. No fueron suficientes los dos primeros entregados, ya que nos falto demostrarle que esa señora agonizante, si había aportado a su Institución por muchos años para ganarse el derecho de admisión.

“Vayan al departamento de Admisiones, para que me verifiquen si la Sra. es jubilada y que me den su No de carne” Tuve por supuesto ganas de mandarle a la mismísima punta de un cuerno, pero haciendo tripas corazón como se dice vulgarmente, mordí la lengua y opté con una paciencia de Job que pocas veces la tengo, por ir a buscar lo solicitado.

Esta vez tuve la dicha enorme de toparme con una amable señora, que ante las explicaciones y mi requerimiento, me atendió pronta y cordialmente. ¡Si cordialmente, aunque ustedes no lo crean! Ella comprendiendo la urgencia del caso, me recomendó que le “entregue a la Martita”, mi cédula y una letra de cambio firmada en blanco, hasta verificar si mi suegra efectivamente era jubilada. No podía realizar esa confirmación en términos inmediatos, en razón de que el sistema -como siempre- estaba colgado.

Entregamos a la Martita, los documentos sugeridos, para que nos deje pasar a su sala de Emergencias. ¡Solamente así lo logramos! Lo demás que vino, ustedes lo conocen a través de mi relato anterior. Sin embargo, vale la pena que conozcan algo de lo que pasa al interior de esta sala bajo la perspectiva y evidencia de los acontecimientos que estaba viviendo en carne propia.

Se mira y se escuchan hechos increíbles, como la siguiente conversación entre un joven médico y una enfermera que conlleva a ciertas reflexiones ¿”Cómo se siente mi doctorcito? Le están llamando con urgencia para que realice una apendicitis” manifestaba con dulzura y algo de coquetería la damisela de celeste. Ante la insulsa pregunta, ya que el doctorcito había bostezado y hurgado sus ojos irritados unas cuantas veces frente a ella por el cansancio que sentía, se dio modos para contestarle galantemente: “Súper cansado, muy cansado, -bostezos de por medio nuevamente- estoy operando sin descanso desde las siete de la mañana” Por supuesto que se me pusieron los pelos de punta, ¡eran las 2 de mañana! Es decir, había estado trabajando más de 18 horas y este Superman estaba próximo a realizar otra operación de emergencia en sus precarias condiciones y a esas horas de la madrugada.

Que boludo soy, me dije a mi interior. ¿Cómo se puede pedir profesionalismo de estos sacrificados médicos de la Patria, si el sistema de esta Institución les obliga a trabajar en turnos maratónicos de más de 30 horas seguidas? ¿Alguna vez se imaginaron, que los turnos o jornadas de trabajo de los médicos residentes en este Hospital, se inician a las 7 de la mañana y terminan al día siguiente a las 2 de la tarde? No, por supuesto que nunca se imaginaron.

Omito otras apreciaciones, para que no me califiquen de mentiroso o de charlatán, pero lo que viene, es efectivamente un relato que si ustedes tienen un poco de sensibilidad, calará en lo más profundo de sus conciencias.

¡Lo feo!

¿Alguna vez vieron esas películas de Hollywood que presentan los horrores de la guerra, donde los heridos y moribundos son atendidos en unos galpones provistos con camillas ubicadas en hileras, por cuyos pasillos transitan médicos y enfermeras posibilitando un escenario que se presta para la producción de los diálogos lacrimógenos mas increíbles de estos filmes? Si han visto estas producciones, se pueden imaginar el entorno y condiciones de atención a los pacientes en esta sala, con la única diferencia, que esta vez la película que se está presenciando, cuenta con un escenario, con imágenes y con actores de la vida real.

Creo necesario contarles además, que los adoloridos pacientes son atendidos en serie a lo largo y ancho de un corredor principal, sin contar con las mínimas condiciones de privacidad. El olor ambiental no se percibe, ya que nuestra mente de distrae por los lamentos y quejidos que se escucha por todos los lados. Si tuvieron suerte, ocupan unas camillas, si tuvieron más suerte cuentan con una cobija, y si no tuvieron esa bendita suerte, son colocados en unas sillas destartaladas. Tan pronto un paciente termina su atención, el resto de los dolientes corren a ganarse la camilla calientita del evacuado.

Mientras tanto mi suegra, de pronto necesitó hacer pipi, esta necesidad biológica que todos requerimos realizar en algún momento. Pues bien, este requerimiento requirió de una consulta de procedimientos, ya que no entendíamos. ¿Cómo podía hacer pipi una señora en camilla con un suero de por medio, contando a su alrededor con varios pacientes mirones? La solución fue simple y ejecutada a través de un grito de una de las enfermeras: “Tráiganle un bidet a la señora y una cobija para que se cubra.”¡El bidet fue proporcionado, pero la cobija no! Por suerte, faltaban unos momentos para que se concluya el proceso de rehabilitación. “Espere un poquito mamita para llevarle al baño, ya se esta acabando su trasfusión” fue el argumento esgrimido por la Bruja para evitar el bochorno de que su madre haga pipi en medio de las miradas del resto de los pacientes que habían sido alertados de este posible acontecimiento por el grito realizado.

Al terminar la rehabilitación, le llevamos al baño, yo por supuesto no pude entrar. ¡Que error garrafal el de la Bruja! Hubiese sido preferible ponerle el bidet ofertado delante de todo el mundo, pero no ir a un baño sucio y pestilente que había sido instalado sin la debida ventilación en el pasillo principal de esta sala. Sus condiciones, olores y falta de cuidado, casi, pero casi nos hace…

Cuando uno recapacita sobre lo vivido en esos duros momentos y circunstancias que invitan a la reflexión, es cuando uno quisiera concientizar a nuestros políticos y gobernantes. No es posible, que no exista una real preocupación para evitar los hechos que se dan a diario en uno de los mejores hospitales del IESS del país. “Si usted viera como son el resto de hospitales públicos, se moriría” me dijo esa médica a la cual le debemos gratitud ¡ En esos hospitales, sí que presentan hechos dolorosos, sin posibilidad de atención!, acotaba como para justificar la falta de condiciones mínimas en las que se desarrollan las atenciones en la sala de emergencias del Andrade Marín.

Finalmente y luego de agradecer por todas las atenciones recibidas nos dirigimos a casa con mi suegra. Optamos por no internarla, ¡no era justo para ella! Cómo dice ese dicho popular, ¡que sufra la plata pero no la persona! Eran las 3 de la mañana y naturalmente después de 12 horas de bregar estábamos cansados de esa jornada titánica, sin embargo nos sentíamos triunfantes, ya que de alguna manera habíamos vencido al Minotauro, ese monstruo mitológico con cuerpo humano y cabeza de….

Este tristón relato fue puesto a consideración del Director del Andrade Marín hace más de tres meses. Hasta la fecha no he tenido la suerte de conocer su opinión. La única certeza que tengo por ahora, es que cualquier coincidencia con lo rememorado, no es mera coincidencia. Es la triste situación de miles de afligidos pacientes de este importante Centro de Salud.

Mil disculpas por tratar un tema tan mustio. El próximo será diferente, les prometo mis estimados amigos.

lunes, 11 de febrero de 2008

¿Rememorando una realidad o un vil engaño?


Aprovechando el último feriado de Carnaval y sin que prime el esnobismo que todos tenemos, decidimos disfrutar de toda esa arquitectura religiosa que conserva el Centro Histórico de Quito. Fue así, que con un grupo de buenos amigos recorrimos las plazas de San Francisco, La Merced y Santo Domingo. Nos entretuvimos teorizando sobre su historia y recordando todas esas tradicionales leyendas que nos contaban nuestras abuelas. No se sí por el entorno que rodeaba nuestra conversación, de pronto salió a flote un hecho que sucedió hace muchos años y que por cosas del destino tuve la oportunidad de presenciarlo, meditarlo y no divulgarlo por un temor natural de que al contarles me califiquen como uno de esos huevones melancólicos a los que hice referencia en uno de mis relatos anteriores.

Pero bueno, permítanme referirles como se inició la conversación a la que estoy haciendo referencia.

María Augusta recordaba que hace 17 años atrás, ante sus anhelos naturales de ser madre, le pidió a la Virgen que le conceda el milagro de la maternidad, ya que ella no podía concebir en razón de que había sufrido en carne propia los efectos de un cáncer mamario que por su tratamiento le impedía satisfacer el gran anhelo de su vida. “Impulsada por este deseo, viaje al Cajas” me decía y “tuve oportunidad de presenciar hechos sobrenaturales que solo se dan en circunstancias divinas, y además…”. No termino de contarme todo lo que tenía en el carrete de sus memorias, cuando fue interrumpida por Iván que en claro desacuerdo con los sentimientos de su esposa manifestó: “todo lo que se dio en esas ocasiones fue montada por gente sin escrúpulos. Es mas, acotó, Monseñor Luna Tobar, Arzobispo de Cuenca rechazo categóricamente cualquier interpretación dirigida a considerar que los eventos que se dieron pudieran ser considerados como hechos sobrenaturales. Eso de los cambios de temperatura, del movimiento del Sol y otros que conducen a dudas lógicas, son acontecimientos que a diario se dan en este lugar” ¡No hubo nada de realidad, todo fue un vil engaño!

Las respectivas percepciones que sobre el tema mantenían mis amigos, me llevaron a meditar en las dos interpretaciones que pudieran tejerse en torno a la presencia en esta vida de la única hija de esta pareja. La del padre que considera que su retoño fue fruto de los esfuerzos titánicos que hicieron para concebirla y la de la madre, que está plenamente convencida de que en su concepción hubo de por medio un milagro. “Cómo podía embarazarme, si acababa de terminar un proceso de quimioterapia” manifestaba convencida de la existencia de un hecho que no tiene explicación científica alguna. No creo que valga la pena analizar y sacar conclusiones respecto a cualquiera de las dos posibilidades. Ustedes analicen, diluciden y den su veredicto. Yo por cierto, me inclino por la segunda, ya que coincido plenamente con la deducción de María Augusta y además, por los resultados que están a la vista. ¡Micaela su hija es preciosa, pero tan preciosa que solo pudo haber sido concebida con una intervención divina!

Dejando a un lado las especulaciones de que hubo o no un prodigio en la concepción de mi amiga y pasando al tema que estamos tratando, creo necesario contarles mi versión sobre los acontecimientos del Cajas, basado por supuesto en los hechos que yo interpreté y seguiré interpretando sobre la experiencia que por cosas del destino me toco vivirla en este paramo azuayo.

Para que este relato no caiga en reflexiones o conclusiones de orden religioso o cultural, basadas en interpretaciones subjetivas relacionadas a mi persona, tengo necesariamente que relevarles que me considero un “católico anticlerical”, término que ni yo mismo lo entiendo, pero lo acuñe hace muchos años por la forma de entender y vivir mi vida. Respecto a mi visión cultural, no tengo nada en especial que contarles, sin embargo, entren a mi página web o al buscador de Google, escriban mi nombre y apellidos y lean mis antecedentes profesionales. Consideré necesario exteriorizar estos puntos para que no se diga que este cuentito fue realizado por un curuchupa pendejo cualquiera.

Sin ánimos de encender una polémica intrascendental que no conduce a nada, voy a rememorar los hechos acaecidos en ese viaje al Cajas que realice hace muchos años complaciendo uno de los pedidos de mi hermana Paty, la menor del clan de los Carrión.

Si mi memoria no me falla, allá por los 99 habíamos regresado de El Salvador, país que nos acogió por más de tres años. No recuerdo si fue el segundo o tercer día de mi retorno, cuando recibí una llamada telefónica de mi hermana, que el tono suplicante me solicitaba viajar a Cuenca para que le acompañe a ella y a dos de sus amigas. “por favor, el Juanca solo me deja ir, si tu nos acompañas” ¿Que podía hacer? ! Viajar para complacer el caprichito del blanquito amo patrón de mi cuñado! Lo que si recuerdo claramente, es que no sospechaba absolutamente nada de la aventura en la que me estaba metiendo, ya que no estaba al tanto de todos los chismentos de esa época.

“Bueno, haz las reservaciones correspondientes para viajar en el primer vuelo disponible” Creo que fueron mis palabras para expresarle a mi hermana mi aprobación a su pedido. “No, Roberto, la peregrinación al Cajas requiere de grandes sacrificios y uno de ellos, es viajar en bus”. ¿En bus? ¡Estas loca, ni muerto viajo en bus y peor a Cuenca! La Bruja siempre dice, que “lo que uno habla con soberbia, al primer batatazo paga su lengua”. Ese mismo día y a las pocas horas estábamos en la terminal de Cumanda embarcándonos en uno de esos vetustos buses de la flota Santa e iniciábamos un viaje que nunca lo voy a olvidar ni borrar de los archivos de mi memoria. Nos sentamos en uno de los cómodos sillones y mis piernas no cabían en el espacio existente entre los asientos, pese a que no soy justamente un tipo atlético de piernas largas, mas bien, mis ex fans siempre me decían que soy un enano espectacular. Al instante de la partida, nos dimos cuenta que el vecino que estaba ubicado delante de nosotros, tenía un loro que hacia sus necesidades en su hombro. A los pocos minutos ya percibimos ciertos olorcitos que provenían de los ilustres viajeros, unos cuantos que se habían olvidado de poner cebollitas a la sopita y estaban utilizando inoportunamente sus tubos de escape haciéndoles sonar como una metralleta; otros que irrespetuosamente se habían quitado sus zapatos para descansar, sin considerar el atentado al medio ambiente que estaban ocasionando y algunos otros personajes que al sacarse sus levas para dormir, casi nos noquean con sus espectaculares golpes de ala. Gracias a que una de las amigas viajeras coloco un poco de su perfume en mi bufanda, pude cubrir mi nariz y no sentir los efectos mortíferos que merodearon esa caldera del diablo. Solo así, pude concluir ese viajecito.

Luego de esta terrible odisea llegamos a Cuenca. Era medianoche aproximadamente y por suerte nos esperaba un amigo, quien gentilmente nos presto su vehículo, un viejito Jeep Willis con capota de lona para que “viajemos cómodos al Cajas”. Tal era la desesperación de mis acompañantes para subir a este paramo que iniciamos sobre la marcha el viaje que yo no entendía para que mismo lo hacíamos. “No te preocupes, maneja y no discutas nada hasta que estés al frente de los acontecimientos” acotaba mi hermana, cada vez que protestaba por todas las dificultades e incomodidades que se presentaban. No recuerdo el tiempo que nos tomo llegar al sitio en el cual se suponía iba a producirse los sucesos esperados. Lo que en mis recuerdos si está presente, es el frio terrible y la humedad que nos toco aguantar en el Jeep descapotable de mi amigo. Al instante de haber estacionado el Willis, el cansancio ocasionó que los cuatro nos quedáramos dormimos acurrucaditos como dice esa canción mexicana.

Al despertarnos a eso de las 6 de la mañana, empezó el amanecer de ese día que nunca lo olvidaré. Pero antes tengo que contarles, que a esas alturas del partido tenía un genio de chapa por todas las circunstancias vividas. El hambre empezaba a revolotear y me hizo dar cuenta que no habíamos probado un bocado por algunas horas. Muy molesto por todas las penurias que estaba pasando “de por gusto” como dicen algunitos, me baje del carro y camine hacia una loma. Al sentarme para descansar, me di cuenta que mis bigotes de charro que tenía en esa época se habían congelado. Casi, pero casi se me quiebran, sino era por el cafecito que me ofreció mi hermana que me sirvió para remojar mis frisados mostachos. Una y mil veces maldecía y balbuceaba muchas palabrotas en mi interior, las mismas que nos las puedo repetir para que la Bruja no se enoje cuando lea este relato. Lo cierto fue, que tenía un arrepentimiento del san flautas, que para que les cuento.

Ante la negativa de mis acompañantes de regresar en términos inmediatos, que era el pedido que les realizaba en forma reiterativa y quizás por que el camino estaba bloqueado con muchos carros que obstaculizaban cualquier intento de retorno, opté por sentarme en el suelo de esa loma que había escogido para descansar. Pese a que me había cubierto desde los pies hasta la cabeza con una colcha que por suerte habíamos llevado, poco o nada sirvió para aplacar ese frio que me estaba calando los huesos. No se que tiempo estuve sentado, pero a eso de las 9 de la mañana, de pronto sentí en mi interior un calorcito inesperado ocasionado porque el clima había cambiado en ese instante. Puse la cobija a un lado, abrí los ojos y empecé a observar que los grandes nubarrones grises que caracterizaban al cielo del lugar, empezaron a moverse hacia los lados, posibilitando así, que el firmamento se transforme en el marco propicio para presenciar un hecho sobrenatural que duro unos dos o tres minutos. No salía de mi asombro, cuando de pronto pude observar directamente el Sol sin que su luminiscencia estorbe mi vista, pero casi me infarto al ver que se movía rápidamente girando en círculos hacia abajo, lo que me hizo presumir que se iba a caer sobre nosotros. Cerré mis ojos y pensé por unos instantes que hasta allí llegaba. Estaba shockeado, cuando observé que los miles de peregrinos que se encontraban en el lugar en esos instantes, movían sus pañuelos blancos saludando a alguien a quien yo no vi en honor a la verdad. Al advertir que mi hermana y sus amigas estaban avizorando los mismos acontecimientos que yo boqui abierto experimentaba, me sorprendí una vez más al mirar que sus rostros y manos estaban cubiertos por un polvo dorado o una escarcha que caía cuando las topaba. El ambiente que se sentía era por demás gratificante y existía un olor de lo más agradable que no lo puedo describir. En unos pocos instantes todo termino. Habíamos vuelto a la realidad. Nuevamente estábamos sintiendo las mismas molestias y ese frio del carajo que caracteriza a ese lugar. Volvimos al carro para emprender el viaje de retorno, no si antes haber solicitado la ayuda de unos cuantos transeúntes para movilizar el Willis que no se prendía por el hecho de que el radiador se había congelado.

Tengo que señalar finalmente, que en lo que si coincido con Iván, es en el hecho de que estos acontecimientos sobrenaturales que se presentaron periódicamente por un tiempo, dieron paso a que una parte de esa sociedad morlaca saque provecho de estos sucesos con fines protervos. No entiendo ni entenderé cómo se orquestó esa vulgar parodia de una jovencita que fungía de vidente y su sequito desalmado y perverso que no respetaron un acontecimiento que no merecía el trato que se le dio.

A lo largo de estos años escuche versiones similares o coincidentes con la mía y otras completamente opuestas y contrarias, que en su lógico afán de interpretar todo bajo una lupa cientista, han negado la posibilidad de que puedan darse hechos como los que se dieron en el Cajas. No pretendo polemizar sobre ninguna de éstas, ya que estoy plenamente convencido que el Señor me permitió ser testigo de un acontecimiento sobrenatural que realmente sucedió y que seguramente volverá a suceder para testificar su existencia. Y si no lo creen, pregúntenle a María Augusta que considera que en su vida se dieron dos milagros, el uno que ya lo conocen a través de este relato y el otro que se produjo hace un año aproximadamente, cuando fue intervenida quirúrgicamente para extirparle un tumor cerebral de 6x5 cms y hoy, gracias a Dios, goza de plena salud y está tan reluciente y encantadora como su hija. ¿Que los milagros no existen?

That’s it, my friends.

viernes, 1 de febrero de 2008

Madrugada terrorífica.


Eran las tres de la mañana del último domingo en que me despierto por los timbrazos realizados en mi casa a esa hora de la madrugada. "Se nos daño el carro, necesitamos que nos ayude". Estas fueron las palabras que escuche a través del citófono. Al observar la pantalla de este aparato, me doy cuenta que eran cuatro individuos y uno de ellos, con carita de matón, era el que solicitaba mi presencia inmediata en la calle para que le ayude a solventar el problema de su vehículo. ¡Carajo, creo que nos quieren asaltar y este pendejo cree que soy tan ingenuo para creerle su historia! Este fue el pensamiento que me vino a la mente en términos inmediatos. Analicé la situación y como un buen estratega, decidí mandarles a la mismísima… con el objetivo de darles a entender que no me habían intimidado. Frente a mi respuesta, empiezo a escuchar golpes y patadas en la puerta principal y presumo que la querían tumbar.

La Bruja reaccionó inmediatamente llamando a la policía y activando el botón de pánico de la alarma. Efectivamente empieza a sonar la sirena y como siempre, nadie de los indolentes pelucones de mis vecinos acude al llamado. La policía tarda en llegar, mientras tanto, siguen los forajidos -no los del Lucio, sino estitos- lanzando golpes contundentes a la puerta, tratando de tumbarla. No tengo otra alternativa que salir al jardín a esas horas, en un frio horrible pero acompañado de Bruthus, el fiel pastor guardián que tenemos. Desde este espacio ubicado en la parte superior de la casa, observo a los mozalbetes que me gritaban ¡Abre la puerta HP para matarte! envalentonados por la embriaguez que presentaban. Seguían en su intento de tumbarla, pero más pudo la resistencia metálica, que los golpes que la propinaban.

Que hago, ¿abro la puerta para que Bruthus se de el banquete de su vida? Pero inmediatamente analizo las posibilidades que se presentaban. Si estos matoncitos tienen un arma, de pronto pueden herirlo o matarlo y eso a mi me mataría. No, no puedo exponer a mi fiel amigo a que le pase algo malo. ! Pero que bueno sería que por lo menos se despache a uno de estos miserables! Con esos pensamientos, proseguí en mis intentos de detenerlos para que no logren su objetivo: ¡tumbar la puerta de mi casa!

De pronto la presencia del patrullero No 137 solicitado a la estación de Nayón. ¡Que alivio, llegó la policía¡ Un oficial se baja y analiza la situación. El chofer de esta camioneta, el otro policía decide dormir frente al volante. Ante las circunstancias evidentes de que mi casa había sido violentada por este grupo de malhechores embriagados, le manifiesto al Oficial que debe proceder conforme a la Ley. “Señor policía, mire el estado de embriaguez que presentan y observe el estado de la puerta”. Recibo como contestación “no tenemos el aparato de alcoholemia y no podemos comprobar, si efectivamente los muchachos son los responsables de los daños en su propiedad”.

¡Que barbaridad y que impotencia sentí en esos momentos por la actitud policial! No tenía otra alternativa que aprovechar la situación de calma que ocasionó la presencia de los uniformados para identificar y registrar el vehículo averiado. Era un viejo BMW con placas PWY 177. Sigo observando los esfuerzos policiales para solventar el problema de estos malandrines. Trascurre más de una hora, la patrulla se había retirado en busca de una vincha para retirar el auto dañado, mientras tanto, seguiamos escuchando los problemas que generaban estos delincuentes a los escasos vecinos que a esas horas de la madrugada llegaban a sus hogares.

A la mañana del domingo, logro hablar con el Oficial responsable de esta operación. Le pregunto las razones de su proceder y le insisto que tenía que haber actuado de otra manera, argumentando los hechos narrados, que desde mi punto de vista ameritaban la cárcel para estos angelitos. La autoridad policial admite que los muchachos estaban borrachos, pero que no podía hacer nada, ya que no vio “a ninguno manejando el vehículo” y por otra parte, que no podía comprobar si efectivamente ellos habían golpeado la puerta de mi casa, pese a que la misma presenta evidencias claras de que había sido maltratada fuertemente. “Pero créame, llame a sus papacitos para que los reprendan”. Además concluyó el oficial Guachamin sin ruborizarse y sin vergüenza alguna, “eran cuatro contra dos”

Moraleja. No pretendas imposibles. Sigamos sin chistar ni protestar, ya que por ahora estamos disfrutando de una tranquilidad y seguridad increíbles. ¿Verdad mis amigos?.