lunes, 11 de febrero de 2008

¿Rememorando una realidad o un vil engaño?


Aprovechando el último feriado de Carnaval y sin que prime el esnobismo que todos tenemos, decidimos disfrutar de toda esa arquitectura religiosa que conserva el Centro Histórico de Quito. Fue así, que con un grupo de buenos amigos recorrimos las plazas de San Francisco, La Merced y Santo Domingo. Nos entretuvimos teorizando sobre su historia y recordando todas esas tradicionales leyendas que nos contaban nuestras abuelas. No se sí por el entorno que rodeaba nuestra conversación, de pronto salió a flote un hecho que sucedió hace muchos años y que por cosas del destino tuve la oportunidad de presenciarlo, meditarlo y no divulgarlo por un temor natural de que al contarles me califiquen como uno de esos huevones melancólicos a los que hice referencia en uno de mis relatos anteriores.

Pero bueno, permítanme referirles como se inició la conversación a la que estoy haciendo referencia.

María Augusta recordaba que hace 17 años atrás, ante sus anhelos naturales de ser madre, le pidió a la Virgen que le conceda el milagro de la maternidad, ya que ella no podía concebir en razón de que había sufrido en carne propia los efectos de un cáncer mamario que por su tratamiento le impedía satisfacer el gran anhelo de su vida. “Impulsada por este deseo, viaje al Cajas” me decía y “tuve oportunidad de presenciar hechos sobrenaturales que solo se dan en circunstancias divinas, y además…”. No termino de contarme todo lo que tenía en el carrete de sus memorias, cuando fue interrumpida por Iván que en claro desacuerdo con los sentimientos de su esposa manifestó: “todo lo que se dio en esas ocasiones fue montada por gente sin escrúpulos. Es mas, acotó, Monseñor Luna Tobar, Arzobispo de Cuenca rechazo categóricamente cualquier interpretación dirigida a considerar que los eventos que se dieron pudieran ser considerados como hechos sobrenaturales. Eso de los cambios de temperatura, del movimiento del Sol y otros que conducen a dudas lógicas, son acontecimientos que a diario se dan en este lugar” ¡No hubo nada de realidad, todo fue un vil engaño!

Las respectivas percepciones que sobre el tema mantenían mis amigos, me llevaron a meditar en las dos interpretaciones que pudieran tejerse en torno a la presencia en esta vida de la única hija de esta pareja. La del padre que considera que su retoño fue fruto de los esfuerzos titánicos que hicieron para concebirla y la de la madre, que está plenamente convencida de que en su concepción hubo de por medio un milagro. “Cómo podía embarazarme, si acababa de terminar un proceso de quimioterapia” manifestaba convencida de la existencia de un hecho que no tiene explicación científica alguna. No creo que valga la pena analizar y sacar conclusiones respecto a cualquiera de las dos posibilidades. Ustedes analicen, diluciden y den su veredicto. Yo por cierto, me inclino por la segunda, ya que coincido plenamente con la deducción de María Augusta y además, por los resultados que están a la vista. ¡Micaela su hija es preciosa, pero tan preciosa que solo pudo haber sido concebida con una intervención divina!

Dejando a un lado las especulaciones de que hubo o no un prodigio en la concepción de mi amiga y pasando al tema que estamos tratando, creo necesario contarles mi versión sobre los acontecimientos del Cajas, basado por supuesto en los hechos que yo interpreté y seguiré interpretando sobre la experiencia que por cosas del destino me toco vivirla en este paramo azuayo.

Para que este relato no caiga en reflexiones o conclusiones de orden religioso o cultural, basadas en interpretaciones subjetivas relacionadas a mi persona, tengo necesariamente que relevarles que me considero un “católico anticlerical”, término que ni yo mismo lo entiendo, pero lo acuñe hace muchos años por la forma de entender y vivir mi vida. Respecto a mi visión cultural, no tengo nada en especial que contarles, sin embargo, entren a mi página web o al buscador de Google, escriban mi nombre y apellidos y lean mis antecedentes profesionales. Consideré necesario exteriorizar estos puntos para que no se diga que este cuentito fue realizado por un curuchupa pendejo cualquiera.

Sin ánimos de encender una polémica intrascendental que no conduce a nada, voy a rememorar los hechos acaecidos en ese viaje al Cajas que realice hace muchos años complaciendo uno de los pedidos de mi hermana Paty, la menor del clan de los Carrión.

Si mi memoria no me falla, allá por los 99 habíamos regresado de El Salvador, país que nos acogió por más de tres años. No recuerdo si fue el segundo o tercer día de mi retorno, cuando recibí una llamada telefónica de mi hermana, que el tono suplicante me solicitaba viajar a Cuenca para que le acompañe a ella y a dos de sus amigas. “por favor, el Juanca solo me deja ir, si tu nos acompañas” ¿Que podía hacer? ! Viajar para complacer el caprichito del blanquito amo patrón de mi cuñado! Lo que si recuerdo claramente, es que no sospechaba absolutamente nada de la aventura en la que me estaba metiendo, ya que no estaba al tanto de todos los chismentos de esa época.

“Bueno, haz las reservaciones correspondientes para viajar en el primer vuelo disponible” Creo que fueron mis palabras para expresarle a mi hermana mi aprobación a su pedido. “No, Roberto, la peregrinación al Cajas requiere de grandes sacrificios y uno de ellos, es viajar en bus”. ¿En bus? ¡Estas loca, ni muerto viajo en bus y peor a Cuenca! La Bruja siempre dice, que “lo que uno habla con soberbia, al primer batatazo paga su lengua”. Ese mismo día y a las pocas horas estábamos en la terminal de Cumanda embarcándonos en uno de esos vetustos buses de la flota Santa e iniciábamos un viaje que nunca lo voy a olvidar ni borrar de los archivos de mi memoria. Nos sentamos en uno de los cómodos sillones y mis piernas no cabían en el espacio existente entre los asientos, pese a que no soy justamente un tipo atlético de piernas largas, mas bien, mis ex fans siempre me decían que soy un enano espectacular. Al instante de la partida, nos dimos cuenta que el vecino que estaba ubicado delante de nosotros, tenía un loro que hacia sus necesidades en su hombro. A los pocos minutos ya percibimos ciertos olorcitos que provenían de los ilustres viajeros, unos cuantos que se habían olvidado de poner cebollitas a la sopita y estaban utilizando inoportunamente sus tubos de escape haciéndoles sonar como una metralleta; otros que irrespetuosamente se habían quitado sus zapatos para descansar, sin considerar el atentado al medio ambiente que estaban ocasionando y algunos otros personajes que al sacarse sus levas para dormir, casi nos noquean con sus espectaculares golpes de ala. Gracias a que una de las amigas viajeras coloco un poco de su perfume en mi bufanda, pude cubrir mi nariz y no sentir los efectos mortíferos que merodearon esa caldera del diablo. Solo así, pude concluir ese viajecito.

Luego de esta terrible odisea llegamos a Cuenca. Era medianoche aproximadamente y por suerte nos esperaba un amigo, quien gentilmente nos presto su vehículo, un viejito Jeep Willis con capota de lona para que “viajemos cómodos al Cajas”. Tal era la desesperación de mis acompañantes para subir a este paramo que iniciamos sobre la marcha el viaje que yo no entendía para que mismo lo hacíamos. “No te preocupes, maneja y no discutas nada hasta que estés al frente de los acontecimientos” acotaba mi hermana, cada vez que protestaba por todas las dificultades e incomodidades que se presentaban. No recuerdo el tiempo que nos tomo llegar al sitio en el cual se suponía iba a producirse los sucesos esperados. Lo que en mis recuerdos si está presente, es el frio terrible y la humedad que nos toco aguantar en el Jeep descapotable de mi amigo. Al instante de haber estacionado el Willis, el cansancio ocasionó que los cuatro nos quedáramos dormimos acurrucaditos como dice esa canción mexicana.

Al despertarnos a eso de las 6 de la mañana, empezó el amanecer de ese día que nunca lo olvidaré. Pero antes tengo que contarles, que a esas alturas del partido tenía un genio de chapa por todas las circunstancias vividas. El hambre empezaba a revolotear y me hizo dar cuenta que no habíamos probado un bocado por algunas horas. Muy molesto por todas las penurias que estaba pasando “de por gusto” como dicen algunitos, me baje del carro y camine hacia una loma. Al sentarme para descansar, me di cuenta que mis bigotes de charro que tenía en esa época se habían congelado. Casi, pero casi se me quiebran, sino era por el cafecito que me ofreció mi hermana que me sirvió para remojar mis frisados mostachos. Una y mil veces maldecía y balbuceaba muchas palabrotas en mi interior, las mismas que nos las puedo repetir para que la Bruja no se enoje cuando lea este relato. Lo cierto fue, que tenía un arrepentimiento del san flautas, que para que les cuento.

Ante la negativa de mis acompañantes de regresar en términos inmediatos, que era el pedido que les realizaba en forma reiterativa y quizás por que el camino estaba bloqueado con muchos carros que obstaculizaban cualquier intento de retorno, opté por sentarme en el suelo de esa loma que había escogido para descansar. Pese a que me había cubierto desde los pies hasta la cabeza con una colcha que por suerte habíamos llevado, poco o nada sirvió para aplacar ese frio que me estaba calando los huesos. No se que tiempo estuve sentado, pero a eso de las 9 de la mañana, de pronto sentí en mi interior un calorcito inesperado ocasionado porque el clima había cambiado en ese instante. Puse la cobija a un lado, abrí los ojos y empecé a observar que los grandes nubarrones grises que caracterizaban al cielo del lugar, empezaron a moverse hacia los lados, posibilitando así, que el firmamento se transforme en el marco propicio para presenciar un hecho sobrenatural que duro unos dos o tres minutos. No salía de mi asombro, cuando de pronto pude observar directamente el Sol sin que su luminiscencia estorbe mi vista, pero casi me infarto al ver que se movía rápidamente girando en círculos hacia abajo, lo que me hizo presumir que se iba a caer sobre nosotros. Cerré mis ojos y pensé por unos instantes que hasta allí llegaba. Estaba shockeado, cuando observé que los miles de peregrinos que se encontraban en el lugar en esos instantes, movían sus pañuelos blancos saludando a alguien a quien yo no vi en honor a la verdad. Al advertir que mi hermana y sus amigas estaban avizorando los mismos acontecimientos que yo boqui abierto experimentaba, me sorprendí una vez más al mirar que sus rostros y manos estaban cubiertos por un polvo dorado o una escarcha que caía cuando las topaba. El ambiente que se sentía era por demás gratificante y existía un olor de lo más agradable que no lo puedo describir. En unos pocos instantes todo termino. Habíamos vuelto a la realidad. Nuevamente estábamos sintiendo las mismas molestias y ese frio del carajo que caracteriza a ese lugar. Volvimos al carro para emprender el viaje de retorno, no si antes haber solicitado la ayuda de unos cuantos transeúntes para movilizar el Willis que no se prendía por el hecho de que el radiador se había congelado.

Tengo que señalar finalmente, que en lo que si coincido con Iván, es en el hecho de que estos acontecimientos sobrenaturales que se presentaron periódicamente por un tiempo, dieron paso a que una parte de esa sociedad morlaca saque provecho de estos sucesos con fines protervos. No entiendo ni entenderé cómo se orquestó esa vulgar parodia de una jovencita que fungía de vidente y su sequito desalmado y perverso que no respetaron un acontecimiento que no merecía el trato que se le dio.

A lo largo de estos años escuche versiones similares o coincidentes con la mía y otras completamente opuestas y contrarias, que en su lógico afán de interpretar todo bajo una lupa cientista, han negado la posibilidad de que puedan darse hechos como los que se dieron en el Cajas. No pretendo polemizar sobre ninguna de éstas, ya que estoy plenamente convencido que el Señor me permitió ser testigo de un acontecimiento sobrenatural que realmente sucedió y que seguramente volverá a suceder para testificar su existencia. Y si no lo creen, pregúntenle a María Augusta que considera que en su vida se dieron dos milagros, el uno que ya lo conocen a través de este relato y el otro que se produjo hace un año aproximadamente, cuando fue intervenida quirúrgicamente para extirparle un tumor cerebral de 6x5 cms y hoy, gracias a Dios, goza de plena salud y está tan reluciente y encantadora como su hija. ¿Que los milagros no existen?

That’s it, my friends.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Saco dos conclusiones de tu relato, la primera que si debes ser un enano aunque no creo que espectacular, y la segunda es que teológicamente de defino como un curuchupa de izquierda.

Anónimo dijo...

hola Don Roberto le escribe su amigo Rikardo o Borreguito, espero q le este saliendo todo bien y q siga adelante como la persona triunfadora q es bueno hcen falta esas charlas con ud. Pero talves muy pronto vaya a Ecuador y tenga tiempo de charlar un momento, Q buenos relatos los suyos felicitaciones si puede envieme un correo a
mr.540rottweiler@hotmail.com
bueno espero q lea el coment o si no le escribo otro..

Anónimo dijo...

Yo mi esposo y un taxista que nos acompaño fuimos testigos de la aparicion de la Virgen del Cajas. Para mi y mi esposo eso fue una bendicion y la muestra de que la fe sobrepasa el dolor.